¿La obesidad causa problemas de tiroides?

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La obesidad es un problema importante de salud que afecta a millones de personas en todo el mundo. No sólo aumenta el riesgo de cardiopatías, diabetes y ciertos tipos de cáncer, sino que también puede provocar otros problemas de salud, ya que la tiroides y el peso están relacionados.

La tiroides

La glándula tiroides es un pequeño órgano con forma de mariposa situado en el cuello que produce hormonas que regulan el metabolismo. Cuando la glándula tiroides no funciona correctamente, puede provocar una serie de problemas, como hipotiroidismo (tiroides hipoactiva) e hipertiroidismo (tiroides hiperactiva). Ambas afecciones pueden tener graves consecuencias si no se tratan.

Relación entre la obesidad y la tiroides

Una de las principales formas en como la obesidad afecta a la tiroides es ejerciendo presión sobre la glándula tiroides. La glándula tiroides está situada en el cuello, justo encima de la clavícula. Cuando una persona padece de sobrepeso o es obesa, la grasa extra en el cuello puede ejercer presión sobre la glándula tiroides y dificultar su correcto funcionamiento. Esto puede provocar la aparición de hipotiroidismo, que se caracteriza por una serie de síntomas como fatiga, aumento de peso e intolerancia al frío.

Los efectos de la inflamación crónica

La obesidad es un factor de riesgo conocido para la inflamación crónica, y esto también puede afectar a la glándula tiroides. Cuando esa inflamación se vuelve crónica, puede provocar una serie de problemas de salud. Cuando la glándula tiroides se inflama, puede conducir al desarrollo de trastornos tiroideos autoinmunes, como la tiroiditis de Hashimoto. Se trata de un trastorno autoinmune en el que el sistema inmunitario del cuerpo ataca por error a la glándula tiroidea, lo que provoca la inflamación y, finalmente, la destrucción de la glándula. El resultado puede ser el hipotiroidismo, que se caracteriza por una glándula tiroides poco activa.

La obesidad también puede aumentar el riesgo de desarrollar otros trastornos autoinmunitarios, como la diabetes de tipo 2 y la artritis reumatoide, que también pueden afectar a la glándula tiroides. Esto puede exacerbar aún más la inflamación y aumentar el riesgo de desarrollar trastornos tiroideos autoinmunes.

¿Qué tiene que ver la tiroides con la obesidad?

La obesidad también puede afectar la sensibilidad de las células a las hormonas tiroideas. La obesidad puede tener un impacto significativo en la forma en que el cuerpo utiliza las hormonas tiroideas. Las hormonas tiroideas, triyodotironina (T3) y tiroxina (T4), son esenciales para regular el metabolismo y los niveles de energía del organismo. Se unen a receptores específicos de células de todo el cuerpo, incluidos el cerebro, el hígado y los músculos, y activan las células para que lleven a cabo sus diversas funciones.

Cuando una persona tiene sobrepeso o es obesa, las células del organismo pueden volverse menos sensibles a las hormonas tiroideas. Esto se conoce como “resistencia a la hormona tiroidea”. Esto significa que aunque la glándula tiroides produzca suficientes hormonas, las células del cuerpo pueden no ser capaces de utilizarlas eficazmente.

El mecanismo exacto de la resistencia a la hormona tiroidea en la obesidad no se conoce del todo, pero se cree que está relacionado con el aumento de los niveles de inflamación y estrés oxidativo en el organismo. La inflamación y el estrés oxidativo pueden alterar las vías de señalización que permiten que las hormonas tiroideas se unan a sus receptores en las células, haciendo que estas sean menos sensibles a las hormonas.

Además, también está la presencia de altos niveles de leptina e insulina en el cuerpo, ambas hormonas que regulan el apetito y el metabolismo. Cuando estas hormonas están presentes en niveles altos, pueden interrumpir las vías de señalización que permiten que las hormonas tiroideas se unan a sus receptores, lo que lleva a una menor sensibilidad de las células a las hormonas tiroideas.

Resistencia a la hormona tiroidea

En los casos de resistencia a la hormona tiroidea, aunque la glándula tiroides produzca suficientes hormonas, las células del cuerpo pueden no ser capaces de utilizarlas eficazmente, lo que provoca síntomas como aumento de peso, fatiga e intolerancia al frío. Esta es la razón por la que algunas personas pueden tener niveles normales de hormonas tiroideas pero seguir presentando síntomas de hipotiroidismo. Es importante tener en cuenta que la pérdida de peso puede mejorar la sensibilidad de las células a las hormonas tiroideas, pero en algunos casos también puede ser necesaria la medicación para ayudar a regular la glándula tiroides.

La obesidad puede causar problemas de tiroides de varias maneras:

  • Puede ejercer presión sobre la glándula tiroides.
  • Provocar inflamación.
  • Afectar a la producción y liberación de hormonas tiroideas.
  • Afectar a la sensibilidad de las células a las hormonas tiroideas.

Si tienes sobrepeso u obesidad y experimentas síntomas de disfunción tiroidea, como fatiga, aumento de peso e intolerancia al frío, es importante que acudas al médico para que te realice una evaluación.

Tu médico podrá determinar la causa de tus síntomas y recomendarte el tratamiento adecuado. Este puede incluir cambios en el estilo de vida, como la pérdida de peso, así como medicamentos para ayudar a regular la glándula tiroides. Con el tratamiento adecuado, es posible controlar e incluso revertir los efectos de la obesidad en la glándula tiroides. Acude a tu profesional sanitario para tomar decisiones positivas sobre tu estilo de vida hoy mismo y considera la ayuda del balón gástrico ajustable Spatz3. Esto podría ayudarte a perder peso y reducir las posibilidades de sufrir problemas de tiroides u otros problemas de salud.

El índice glucémico

También hay que tener en cuenta que algunos hidratos de carbono se consideran de bajo índice glucémico, mientras que otros se consideran de alto índice glucémico. El índice glucémico (IG) es una medida de la rapidez con la que un alimento eleva los niveles de azúcar en sangre. Los alimentos de alto índice glucémico, como el pan blanco y las bebidas azucaradas, son absorbidos rápidamente por el organismo y provocan un pico de azúcar en sangre. Esto puede provocar una rápida liberación de insulina, que a su vez puede provocar un bajón en los niveles de energía y antojos de más azúcar.

Los alimentos de bajo índice glucémico, como los cereales integrales, las frutas y las verduras, tienen una digestión más lenta y liberan azúcar en el torrente sanguíneo de forma gradual, lo que ayuda a mantener estables los niveles de azúcar en sangre. Elegir carbohidratos de bajo índice glucémico puede ayudar a controlar el apetito, mejorar los niveles de energía y reducir el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes.

Clasificación de los diferentes tipos de carbohidratos

Hay varias formas de clasificar los carbohidratos, pero un sistema de clasificación común se basa en su estructura química e incluye siete clases:

  1. Monosacáridos: Son la forma más simple de hidratos de carbono e incluyen la glucosa, la fructosa y la galactosa. No pueden descomponerse más y el organismo los absorbe con facilidad.
  2. Disacáridos: Están formados por dos monosacáridos unidos entre sí, como la sacarosa (glucosa + fructosa) y la lactosa (glucosa + galactosa). También son fácilmente absorbidos por el organismo.
  3. Oligosacáridos: Están formados por entre 3 y 10 monosacáridos unidos entre sí. Se encuentran en algunas frutas, verduras y cereales y el organismo no los absorbe fácilmente.
  4. Polisacáridos: Están formados por muchos monosacáridos unidos entre sí e incluyen los almidones y las fibras. Los almidones se encuentran en las plantas y el organismo los descompone en glucosa para obtener energía, mientras que las fibras no son digeribles y ayudan a regular el tránsito intestinal.
  5. Polisacáridos no amiláceos (PNA): son un tipo de hidrato de carbono complejo que se encuentra en los alimentos de origen vegetal e incluye la celulosa, las hemicelulosas y las pectinas. El organismo no los digiere fácilmente y tienen un efecto beneficioso sobre el intestino y la salud en general.
  6. Glucoconjugados: Son hidratos de carbono complejos unidos covalentemente a otras moléculas, como proteínas o lípidos. Se encuentran en las membranas celulares y son importantes para el reconocimiento célula-célula y la señalización celular.
  7. Glicosaminoglicanos: Se trata de largas cadenas de unidades disacáridas repetidas que se encuentran en la matriz extracelular y son importantes para mantener la estructura y la función del tejido conjuntivo, como los cartílagos y los tendones.

Cabe señalar que esta clasificación no es absoluta y que los límites entre las clases no siempre están bien definidos, pero la clasificación ayuda a comprender las características estructurales de los diferentes tipos de hidratos de carbono.

Algunos carbohidratos se consideran “buenos” y otros “malos” Los carbohidratos buenos son ricos en nutrientes y aportan una serie de vitaminas, minerales y fibra esenciales. Suelen encontrarse en frutas, verduras, cereales integrales y legumbres. En cambio, los carbohidratos malos suelen tener pocos nutrientes y muchos azúcares añadidos.

Se encuentran en alimentos procesados como el pan blanco, las bebidas azucaradas y la bollería. Es importante buscar un equilibrio entre carbohidratos buenos y malos en la dieta, centrándose en consumir más carbohidratos buenos para gozar de una salud óptima. Habla con tu nutricionista o médico para elaborar un plan de alimentación saludable que incluya carbohidratos buenos y elimine los malos. Desde Spatz te recomendamos evitar los azúcares añadidos si llevas el balón gástrico.

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